Caminaba con los auriculares puestos, provista de chaquetón, bufanda, guantes y las botas de nieve. La lista de canciones ya estaba llegando a su fin y en medio minuto volvería a empezar. Lo que quería decir que ya llevaba caminando una hora y media divagando y soñando despierta, fijándome en cada detalle del bosque que tenía a la derecha y del campo de cultivo de la izquierda, con la nieve ahora medio derretida. Estuvo lloviendo los tres últimos días y por suerte la nieve me llegaba a los tobillos, sino hubiese tenido que dar media vuelta y volver a casa.
Estaba siguiendo un camino por el que aparentemente debe pasar un tractor, aunque creo que no ha debido venir mucho por aquí desde que empezó a nevar. El camino es más largo de lo que creía y andar en la nieve es más difícil de lo que me imaginaba cuando decidí salir a pasear. Miré el reloj para saber cuánto tiempo me quedaba antes de que empezase a anochecer y me alegré al ver que aún tenía dos buenas horas para seguir paseando. Seguí caminando...no tenía ganas de volver a casa aún. Necesitaba despejarme la cabeza y aclararme las ideas.
Después de tres cuartos de hora de marcha mi teléfono vibró para avisarme de que casi no me quedaba batería. Me apoyé contra el árbol que me quedaba más cerca para descansar un poco y guardar los auriculares en el bolsillo. Era un árbol delgaducho, intenté abrazarlo y lo conseguí sin ningún problema, pero parecía tan fuerte y robusto como los demás. Me lo imaginé soportando vientos y lluvias torrenciales, el peso de la nieve sobre sus ramas y el frío hiriente de las noches invernales.
Fui despertada de mi sueño por un ruído de ramas que venía del bosque. Rodé sobre mi brazo derecho, quedando ese lado de mi cuerpo oculto por el árbol y busqué con la mirada entre las ramas y sobre la nieve de dónde podía venir el ruído. Otro cujido más y un pájaro salió volando de una rama, haciendo caer la nieve que había sobre ella. Observé cómo caía al suelo y me asombró su silencio. Parecía una nube de algodón que se escapaba del cielo encapotado y ajetreado de esta tarde para convertirse en algo más tranquilo, como si quisiera escapar de su movimiento y reposarse un momento, hasta que el sol la derrita y vuelva a su estado inicial.
Aterrizó con un sonido sordo y justo al lado del montoncito de nieve que se creó, un animal se movió, sobresaltado. A primera vista no lo enconté, pero fijándome un poco más... Ahí estaba, un pequeño y hermoso zorro que se había subido a una ramas rotas a unos pocos metros de mí. No parecía haberme visto así que me quedé todo lo quieta que pude, observándolo. Me agaché lo más despacio posible y afortunadamente el animalillo no se dió cuenta de mi presencia.
Siguió a lo suyo, observando la nieve atentamente, como buscando algo... Quizás cazando.
Y de repente saltó de su puesto de vigía persiguiendo su presa, saltando con gracia y agilidad.Lo vi unos pocos metros, luego desapareció.
Nunca pensé que me cruzaría con un zorro, pero me alegro de habermelo encontrado porque mejoró el resto de mi tarde. Me sacudí las rodillas y volví a casa con el recuerdo de este simpático animalito.